"La guerra es la salida cobarde a los problemas de la paz." Thomas Mann

La muerte del general iraní Qassem Suleimani el 3 de enero último mediante un drone, en una operación llevada a cabo en Irak por el ejército estadounidense, bajo la dirección de Donald Trump, en una primer reacción generalizada, despertó las más airadas críticas contra el presidente americano. Sin embargo, del otro lado no están los Hermanos Franciscanos de la Cruz Blanca, éstos mismos habían atacado la embajada de los Estados Unidos en Irak el último 31 de diciembre, como represalia al ataque norteamericano, provocando 25 muertos de la organización Kataeb Hezbolá.

Amenazas y represalias de un lado y del otro, demostración de poder y capacidad de destrucción. Durante el multitudinario acto de despedida del general iraní, entre gritos, amenazas e insultos al imperialismo yanqui, morían aplastadas cincuenta personas, más centenares de heridos. A su turno, como comienzo de una prometida venganza brutal, Irán impactaba con quince misiles en la base americana en Irak Ain-al-Assad, destruyendo drones militares y aviones, provocando la muerte de ochenta soldados americanos, según información local. Por su parte Trump minimizaba la situación diciendo que no había pérdidas humanas y resultaban muy relativos los daños materiales. Entretanto, un avión Boeing 737 de la Ukranian International Airlines con 176 civiles a bordo, sería alcanzado por un misil en extrañas circunstancias, pereciendo la totalidad de los pasajeros y la tripulación. Hasta aquí el relato de una novela de terror, donde la vida humana parece no valer un céntimo.

Finalmente, protagonistas de una enemistad histórica, Estados Unidos e Irán tienen hoy un mismo objetivo; que el otro se retire cuanto antes de Irak. Tanto uno como el otro se olvidan que Irak no es ni un Estado ni una provincia de los respectivos adversarios, los iraquíes en realidad están hastiados de la larga presencia militar norteamericana, como de la fuerte influencia de Irán en el gobierno y de su apoyo a las milicias fundamentalistas, hoy los iraquíes no se pueden autoproclamarse dueños de su propia nación.

¿De quien es un país? El sentido común, el derecho y la historia, que de su pueblo. Pero las potencias se reinventan y pretenden expandir sus territorios, un simple ejemplo: ¿Quién puede dudar que la República de Nagorno-Karabaj es histórica y poblacionalmente armenia? Sin embargo, hace treinta años que se ofrendan vidas humanas sin que potencia alguna tenga la iniciativa o la intención, más allá de los discursos, de poner las cosas en su lugar.

Solamente los intereses, las ambiciones personales y la demostración de poder, ganan la batalla. Hablar hoy de derechos humanos, justicia, interacción en la búsqueda de mejorar las relaciones y las condiciones de vida de la población mundial, no es más que una fantasía. De manera que adelante Hasán Rouhani y Donald Trump ¿Por qué detenerse? ¡A seguir PROVOCANDO A LA PAZ MUNDIAL!

A. K.