Los capitalistas me llaman comunista. Los comunistas me llaman burgués. Los religiosos me llaman hereje. Los nacionalistas me llaman traidor. Pero lo que ocurre que ninguno soporta a un librepensador.
Somos muchos los librepensadores, me animaría a decir que somos mayoría. Aquellos que estamos situados lejos de la incondicionalidad a un color político, ni caemos en la trampa de izquierdas o derechas, a quienes tampoco nos encandila la falacia de aquellos que hablan de equidad y justicia social, pero absurdamente suprimiendo el esfuerzo cotidiano por la superación ni ejerciendo la cultura del trabajo, única vía desde el comienzo de la humanidad para crecer, progresar y aspirar a una vida digna, sin carencias ni sobresaltos. Nos creemos afortunados, capacitados para pensar y razonar libremente, de manera que no queremos que se altere la verdad ni se pretenda burlar nuestro juicio con deformaciones que alteran las verdaderas prácticas de los gobernantes de turno. En una palabra deseamos un país libre e independiente, alejado de ideologías foráneas, amigable con todas las naciones del mundo, desarrollando nuestras riquezas naturales, fomentando el trabajo genuino, priorizando la educación, basándonos en aquellos valores que alguna vez supimos ostentar: esfuerzo, honestidad y patriotismo.
La receta de Portugal que el Presidente celebra, pero no imita. (Artículo publicado en La Nación por M. Rodríguez Yebra).
El país en el que inició la gira europea se desmarcó de las recetas del FMI, pero nunca dejó de cumplir las metas acordadas; las diferencias económicas y políticas saltan a la vista comparaciones sin contexto. Dice que es como Joe Biden porque impulsa medidas económicas expansivas, sin aclarar que para empezar a hablar Estados Unidos emite dólares y no pesos. Justifica el pedido de poderes especiales para gestionar la pandemia en lo que hizo Angela Merkel, pero se salta los consensos que tejió la líder conservadora para incluir en una ley excepciones al férreo federalismo alemán (que apenas usó).
Portugal, donde el Presidente pasó las últimas 24 horas, es otro ejemplo al que le gusta recurrir. El país se plantó ante el FMI y salió de una situación de emergencia económica con recetas propias, para sorpresa del mundo. “Tomo a Portugal como una gran referencia, porque ha vivido cosas como las que nos tocó vivir a nosotros” dijo el Presidente en Lisboa. Pero cuando el kirchnerismo menea la inspiración del “milagro portugués” elige ignorar un dato central de la estrategia asumida por el primer ministro socialista Antonio Costa; el país abandonó la senda de la austeridad exigida desde el FMI, el Banco Central Europeo y la Comisión Europea, pero aplicó un plan económico con el que sobrecumplió las metas fiscales pactadas con sus acreedores. Portugal, por si hace falta recordarlo, no puede emitir moneda mientras esté en el euro y tiene niveles de inflación mínimos (0,5% interanual en marzo pasado)
Sería auspicioso que los ciudadanos confiáramos y respetáramos a nuestros gobernantes, pero éstos al mismo tiempo deberían valorar nuestra capacidad intelectual, sosteniendo un discurso honesto, auténtico, con proyectos reales, exento de chicanas devaluadas, no buscando siempre culpas en los otros, alejándose de conceptos fracasados, ser honestos y mejorar su función haciendo honor al pueblo que lo votó.
AK